jueves, 26 de febrero de 2009

HISTORICAS



Hermana de la hiedra, de los fosos abandonados y de las torres derruidas en que anidan los muerciélagos, la leyenda comporta dos elementos importantes : la tendencia innata del hombre a lo maravilloso y la no menos congénita a anteponer los intereses propios a los intereses de la verdad y de la justicia. En tanto que el primero convierte en epopeyas los acontecimientos insignificantes y otorga caracteres fantásticos a las figuras señeras de la Historia, el segundo hace que se formen conceptos completamente equivocados de los pueblos.
Para estudiosos clásicos como Van Gennep, Maury y Sebillot, la leyenda histórica tiene siempre un fondo de verdad, bien en personajes o bien en hechos, pero con alguna deformación o alteración de caracteres y sucesos. Ahora bién, la Historia, mayormente que en los grandes, se mantiene mas viva, familiar y palpitante en los hechos pequeños. De no ser así, no se comprendería su querencia por los héroes oscuros, mas que por las grandes figuras históricas; nunca entenderíamos como en las leyendas asturianas han tomado relieve tan extraordinario personajes historicamente secundarios, cual es el caso del conde Muñazán, Ares de Tudela o el señor del Coto de Tiraña. No en vano se ha llegado a decir que la leyenda es la flor de la admiración que el pueblo ofrenda a lo sublime.
Los grandes hechos de un pueblo, dejó dicho el maestro Vicente García Diego, como los que se refieren a su fundación, sus emigraciones y sus grandes guerras, con un fondo histórico, son legendarios. Donde falta la contradicción de la crítica histórica, estas grandes leyendas se transmiten como historia.
De la frondosidad de las leyendas históricas asturianas entresacamos las mas significativas.

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